Evangelio según San Marcos
(Marcos 16, 1-8)
Pasado el sábado, María Magdalena,
María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo
de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol,
fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la
entrada del sepulcro?» Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida;
era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a
la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas. pero él
les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha
resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a
decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí
lo verán, como él se lo había dicho». Ellas salieron corriendo del sepulcro,
porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque
tenían miedo.
Pablo escribe en su primera carta a los Corintios: "Porque
primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados de acuerdo a las escrituras; y que fue sepultado, y que
resucitó al tercer día, conforme a las escrituras" (1ra de Corintios 15:3-4).
Pablo enfatiza la importancia de la resurrección con esta afirmación:
""Y si Cristo no resucitó vana es entonces nuestra predicación, y
vana es también vuestra fe. Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque
hemos testificado de Dios que Él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en
verdad los muertos no resucitan" (1ra de Corintios 15:14-15).